¿A cuántas personas conoces de tu alrededor que son lideres?
Seguramente son varias (ojalá y fuesen muchas), y cada una con un estilo diferente, gracias a sus vivencias, educación y formación, sus entornos, casi siempre representado por sus padres/maestros/entrenadores/jefes/mentores… y que habrán dejado en ese perfil de personas una huella determinada.
La cuestión aquí es, ¿ese liderazgo se lo quedan para ellos o de alguna manera es compartido?, o de otra manera ¿esa huella queda grabada también en otros?
Existen personas que aunque destacan, impactan poco o nada en los ambientes donde se mueven, quizás porque la visión de estas es muy sesgada hacia ellos mismos, sin darse cuenta o saber aprovechar todas esas posibilidades que les hacen destacar hacia los demás.
Imagina un deportista en un deporte colectivo, que con los años gracias a su exigencia y dedicación adquiere mayor destreza, su técnica va a más y el conocimiento evolutivo de su disciplina redunda en lo que para él es un “éxito», en este caso ser el mejor dentro de “su equipo”.
Sin embargo nunca se preocupó de compartir esos avances extraordinarios que otros compañeros que por causas propias o ajenas no quisieron o pudieron aprender.
Si trasladamos esto al ámbito de los colectivos deportivos, nos encontramos con muchos “gestores, entrenadores o deportistas” que destacan gracias a su esfuerzo, ambición y perseverancia pero que sienten en primera persona como el resto de sus compañeros no se identifican con ellos todo lo que les gustaría.
Muchas familias con educaciones arraigadas en una cultura estrictamente tradicional viven diariamente situaciones donde una figura acapara absolutamente todo el foco en las decisiones ya que a esas personas la educaron así y siguen esa “costumbre”…
Al igual que pasa en nuestras relaciones sociales, los colectivos se llegan a enquistar cuando una persona acapara el protagonismo en demasía sobre el resto…
Os suenan estos ejemplos, ¿verdad? Ese deportista, ese gestor deportivo, entrenador o esa figura familiar, ese protagonista ¿son realmente líderes?
Desde un punto de vista del ego, por su puesto que son líderes, eso sí, solamente de sí mismos.
Ellos se dan cuenta de que a cambio de resultados o de seguir manteniendo un estatus de categoría, económico, social o familiar están bloqueando un ente mucho más grande y al que también pertenecen, el de personas que se relacionan.
Cuando ya no pueden ser los mejores, los que más destaquen o los que se impongan sobre los demás (porque antes o después alguien les supera) empiezan a descubrir espejados por su entorno que se han anulado como persona, sintiendo un enorme vacío hacia lo que en esencia son, prácticamente es como si no se conocieran.
El verdadero liderazgo significa ponerse al servicio de los demás, haciéndoles partícipes de toda esa experiencia, ese esfuerzo, de esas habilidades e incluso de esas debilidades. El valor de la apertura unido a la vulnerabilidad son claves para acompañar a cualquier entorno, el círculo ha de conocer al líder tal y como es, con sus dudas e inquietudes, sus ilusiones para desde ahí evolucionar abriendo múltiples posibilidades.
El auténtico líder es cercano y genera confianza en los demás, les arrastra e inspira con naturalidad a querer avanzar hacía proyectos comunes, donde sumando fuerzas serán por inercia mucho más fructíferos y productivos que a nivel individual.
El líder en esencia se identifica más allá de los resultados, se alinea con lo que realmente es, una persona íntegra, que se conoce y se cuida perfectamente para los demás, se muestra tal cual es y desde ahí se relaciona con sus compañeros, siendo referente de gratitudes y respeto por igual, consiguiendo el compromiso de ahora sí, un «equipo de verdad” donde desde muy adentro, de corazón, quiere seguir sumando.
Ahora reflexiona unos segundos… ¿te atreves a contestar la primera pregunta de nuevo?